Boda
matemática
Jaime Quezada
Asomaba el sol por el eje X cuando los numéricos habitantes de la ciudad de
Tales se preparaban para asistir a la boda entre un ábaco convergente y la
variable independiente y finita Fi-Fi. Era el padre de Fi-Fi un ilustre parámetro
jefe del partido de los incrementos, y su madre había sido mantisa en las
tablas logarítmicas, pero tuvo que dejarlo debido a una hipótesis repentina que
degeneró en tesis y estuvo a punto de anularla.
Iban los novios en una magnífica fracción tirada por dos posibles
hiperboloides; detrás iba el complejo formado por logaritmos e incógnitas
auxiliares entre el bullicio de la música que interpretaban las clásicas
integrales. Mientras tanto, y aprovechando este bullicio, algunos de los puntos
irregulares se entretenían lanzando tangentes a las curvas de los concurrentes.
Entraban los contrayentes en el templo, que era una magnífica sala
troncocónica adornada por conos oscilantes e iluminada con parábolas. Oficiaba
la ceremonia un severo segmento rectilíneo ayudado por dos infinitésimos.
Todo hubiera transcurrido con normalidad a no ser por un positivo y un
negativo que dadas las circunstancias fueron difíciles de despejar. Terminada
la ceremonia, entró el juez con la regla de Ruffini bajo el brazo y como
primera precaución mandó encerrar al novio entre corchetes. Luego, cogiendo a
Fi-Fi por el punto de inflexión, se la llevó a la sombra de un vector, donde se
dedicó a la dulce tarea de derivarla, ante el creciente asombro de los
elementos de los parámetros. Mientras tanto, Fi-Fi, con los senos despejados,
las paralelas tendiendo al infinito y bajadas las medias proporcionales, veía
con horror cómo el juez sacaba su factor común, que iba tomando valores
proporcionales crecientes y se lo iba permutando con repetición.
Alarmados los concurrentes por la anormal transformación cogieron al juez
entre paréntesis y lo elevaron a la enésima potencia, lanzándolo por la
pendiente del eje X al infinito.
Allí quedó Fi-Fi, que se hallaba al borde de la ecuación con los miembros
diferenciados y la matriz cuadrada. El novio, por su parte, fue un ser
despejado que anduvo errante de raíz en raíz y de radical en radical hasta que
abrumado por la congoja ingresó bajo la rígida regla de Kramer en el convento
de Euler.